Silvestre era un gatillo muy chiquitito y Sandra le daba de comer con biberón. Ella lo cuidaba, lo bañaba, lo sacaba de paseo, hasta que Silvestre se hizo grande y se marchó en busca de su mamá. Sandra se quedó llorando y muy triste. Silvestre, que echaba de menos a su dueña, volvió a casa con su mamá
Alejandra
No hay comentarios:
Publicar un comentario