Una vez, había una perra que se llamaba Chipi. No hacía caso a su dueña y por eso su dueña la ató. Estuvo atada durante muchos días y cuando fue buena su deuña la soltó. Tuvo sus cachorros
y por ser educada y hacer caso su dueña nunca la volvió a atar y fueron felices y comieron perdices.
Silvia
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